"No basta con saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer ". (Johann Wolfgang von Goethe)

martes, 10 de mayo de 2011

Ser humano y naturaleza

Seguramente todos habrán escuchado alguna vez la trillada frase "somos lo que comemos".  Trillada sí, actual, también. 
Innumerables serán las veces que hemos visto en nuestra consulta diaria, reacciones alérgicas en las más variadas formas de presentación; y que han sido hábilmente tratadas con la ayuda de los antihistamínicos o corticoides. Y también serán innumerables las veces en que la causa de dicha reacción ha quedado flotando en el aire sin que podamos encontrar una asociación clara con los síntomas. 
Gracias a la colaboración de una compañera residente de familia (de acento andaluz), llega a nuestras manos un reportaje que puede arrojar algo de luz sobre el asunto. 
Esperamos que sea útil.



Somos lo que comemos






AR MUÑOZ-CALERO, DOCTORA Y PRESIDENTA DE LA FUNDACIÓN ALBORADA.


Héctor Rojo Letón (Redacción)
Martes 26 de abril de 2011. Número 148 Número 149

DIAGONAL: Desde hace años para controlar enfermedades como la diabetes o cardiovasculares, se recomienda una dieta ’sana’. Pero, ¿realmente se explica los problemas qué la alimentación puede causar cuando las personas afectadas acuden a los médicos?

PILAR MUÑOZ-CALERO: Depende de los médicos. Muchos recomiendan una dieta sana asumiendo que el paciente sabe cual debe ser. En general se manda una dieta basada en evitar sal, azúcar o grasas saturadas sobre todo, lo cual está bien pero es insuficiente. La primera regla debería ser no consumir aditivos, conservantes y colorantes que hacen daño a las personas sensibles y también a las que no lo son tanto.

Para las personas sensibles o con una enfermedad es muy importante consumir productos frescos y a poder ser ecológicos, no repetir todos los días los mismos alimentos y dedicar un tiempo tranquilo a las comidas. En estos momentos en los que la sensibilidad a los alimentos está creciendo sin parar es importante observar si algún alimento nos da reacción. La reacción puede ser flatulencia, malestar, contracción del esófago o estómago, espasmos intestinales, somnolencia y también bajada de ánimo u otros. Es muy importante valorar si puede ser el propio alimento el que ocasiona la reacción para evitar reacciones peligrosas como el shock anafiláctico. Estoy segura de que estos cuadros están aumentando de forma vertiginosa debido a los restos de pesticidas en frutas, verduras, cereales y otros alimentos.

Debemos saber que ante la creciente contaminación todos tenemos en nuestras manos el recurso de protegernos en lo que podemos y podemos controlar lo que consumimos. Saber lo que comemos, cómo se produce y como nos sienta es importante pero es muy importante también saber lo que inhalamos y lo que absorbemos a través de la piel. Esto también puede afectar a las digestiones y otras funciones metabólicas.

D.: ¿Cuáles son las enfermedades que más se producen por la contaminación en alimentación?

P.M-C.: En la consulta veo muchas reacciones alimentarias que han sido confundidas por alergias. Personas que apenas pueden alimentarse, niñas y niños que han sido diagnosticadas erróneamente de anorexia.

Niños afectados por el consumo de la tartrazina y que les ha agravado o causado hiperactividad. Esta sustancia está en muchas bebidas en lata, helados, bebidas gaseosas, bollería, dulces o en productos que amarillean patatas y arroces.

Personas con diferentes patologías que consumen productos con aspartamo, que es tóxico y un potencial cancerígeno. Esto produce avidez por los hidratos de carbono, y en personas con predisposición aumenta los ataques de pánico o depresión. Hay que tener mucho cuidado con el consumo de productos “Light”.

Personas con problemas de obesidad y desarreglos alimentarios en las que hemos visto que había un consumo alto de glutamato monosódico, el E-621 que es un saborizante o potenciador del aroma que provoca aumento del apetito y se relaciona también con síntomas como dolor de cabeza y asma frecuente en algunas personas después de comer comida china. En restaurantes orientales se pone encima de la mesa, como nosotros ponemos la sal. En Alemania, sin embargo, está prohibido, si no se avisa a la puerta del restaurante.

El abuso de alimentos envasados en plásticos o los biberones de los niños contaminan con Bisfenol-A causa problemas en la fertildad y es cancerígeno, puede causar daño pancreático y trastornos de conducta.

D.: ¿Qué alimentos son los más ’peligrosos’?

P.M-C: Hay muchas alergias al gluten y a los lácteos, pero sobre aquellos alimentos ante los que el cuerpo reacciona, suelen ser los que le han causado toxicidad. O bien porque contenían sustancias tóxicas en su producción o procesado, o porque cuando se ingieren el cuerpo está ya carente de las enzimas necesarias para desdoblarlos.

También hay un síndrome cada vez más frecuente, HANA, que es una histaminosis alimentaria no alérgica en la cual debido a la destrucción de una enzima que tenemos a nivel gástrica llamada DAO –diamino oxidasa– por exceso de consumo de fármacos como antibióticos, corticoides, etc… no se degrada la histamina que tienen muchos alimentos penetrando esta en el organismo y provocando reacciones muy parecidas a las alérgicas.

D.: ¿Cómo se forman los médicos para afrontar estas agresiones silenciosas de la alimentación?

P.M-C.: Estamos preparando un programa de formación en medicina ambiental para médicos y personal sanitario porque es urgente y muy necesario el conocimiento de este problema que afecta a la mayoría de los enfermos. En la página de la Fundación Alborada pueden encontrar información en forma de artículos y charlas de los congresos internacionales que hemos realizado. Gracias a algunos médicos pioneros como el dr. William Rea contamos con grandes libros.

Además, participamos en un programa europeo a través de la Academia Europea de Medicina Ambiental con experiencia en la formación de más de mil médicos en esta especialidad.

Pero no hace falta esperar a ser especialista para decirle a los pacientes que deben evitar lo que les daña y tomar lo que les sienta bien en alimentación y en el consumo en general.
"Nuestro cuerpo no está preparado para metabolizar, desdoblar o eliminar muchas sustancias químicas o metales pesados"

D.: ¿Los controles sanitarios que hacen las autoridades son los necesarios?

P.M-C.: No, lamentablemente la regulación es deficitaria y lo ha sido durante años. Se han lanzado al mercado cientos de miles de sustancias químicas de las cuales no se han hecho los estudios necesarios para comprobar que son inocuas para la salud. Y con el agravante además de que las posibles combinaciones entre ellas y dentro del cuerpo humano y de otros organismos son imprevisibles.

Nuestro cuerpo no está preparado para metabolizar, desdoblar o eliminar muchas de estas sustancias químicas o metales pesados que forman parte de los productos con los que se rocían los cultivos agrícolas o que se añaden a los cosméticos para que tengan una consistencia que “agrade” por poner un ejemplo. El ascenso en el consumo de productos de limpieza para la casa y de higiene y cosmética personal además de los excesivos tratamientos fitosanitarios y desinsectaciones lleva en paralelo un ascenso vertiginoso de síndromes desconocidos antes, de enfermedades ambientales y enfermedades degenerativas.

Los médicos siguen valorando de acuerdo al modelo de enfermedad que conocían. Ahora estamos ante un nuevo paradigma de enfermedad cuyas características fundamentales son: multisistémicas (afectan a cualquier órgano o sistema aunque la causa sea la misma); crónicas (el organismo es incapaz de eliminarlos o asimilarlos y los acumula en un intento de adaptación hasta que se satura su capacidad). El intento de adaptación a los tóxicos produce agotamiento de otros recursos y otras formas de compensación del organismo. Son además degenerativas pues la vía de entrada de tóxicos aumenta cada vez más y las de eliminación funcionan cada vez menos.

Las autoridades sanitarias y las investigaciones médicas están y han estado en los últimos 30 años muy condicionadas por las industrias que producen las sustancias tóxicas y han basado su supuesta inocencia en el hecho de que las cantidades de tóxicos eran muy pequeñas. Hemos tardado mucho en darnos cuenta pero estamos a tiempo de poner remedio y frenar esta locura.

D.: ¿Qué variaciones se han producido en los últimos años?

P.M-C.: Aunque la regulación es insuficiente tenemos otros problema añadidos por el incumplimiento de esa regulación. En el caso del uso de pesticidas en la mayoría de los casos se incumple la vigilancia del plazo de seguridad y en las aplicaciones agrícolas muchos campesinos y productores piensan que si una dosis ha ido bien dos irán, así aumentan el riesgo de toxicidad para todos, pero como es una toxicidad que no se detecta hasta que ya nos ha invadido pocos pueden determinar luego la relación causa-efecto.

Tristemente el crecimiento rapidísimo de las enfermedades ambientales y los síndromes relacionados con la toxicidad química y la electromagnética está llegando a la opinión pública que pide a los médicos soluciones y está cambiando además hábitos de consumo.

D.: ¿Hay avances?

P.M-C.: Sí, pero va demasiado lento en un panorama en el que los problemas de salud crónicos y degenerativos, cáncer incluido, afectan a una población cada vez más joven y a los niños que nacen ya saturados de tóxicos que reciben a través de la placenta.
"Lo primero, evitar lo que hace daño"

D.: ¿Cómo ayuda la medicina ambiental a prevenir y curar después los efectos de la contaminación en los alimentos?

P.M-C.: Primero porque se recomiendan alimentos ecológicos que no tengan pesticidas, colorantes y otros aditivos. Lo primero, evitar lo que hace daño.

Cuando ya hay daño porque muchas de estas sustancias han entrado en el organismo y han afectado a membranas celulares y diferentes elementos intracelulares incluido el núcleo y el ADN se tiene que hacer el tratamiento adecuado para reponer los nutrientes dañados y corregir el desequilibrio que estas sustancias han generado en el organismo. Así como ayudar a eliminar las sustancias que se han acumulado ayudando a reducir la carga tóxica que es la responsable de la pérdida de la homeostasis o el equilibrio que es inherente al propio organismo.

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